Situada en el centro de la ciudad, la torre fortaleza de San Nicolás todavía mantiene un papel importante en el dibujo del perfil del casco antiguo de la ciudad; mantiene la base construida en el medievo, destruída, quemada y reparada una y otra vez hasta que el privilegio de la Unión inició el derribo de las murallas internas de la ciudad. Posteriormente, a finales del siglo XIX fue objeto de una intervención historicista. Hoy se encuentra restaurada y accesible al público después de un largo y mantenido proceso de restauración de casi ya 20 años, iniciado en 2003.
En el interior de la torre el trabajo consistió principalmente en derribar estructuras obsoletas mal concebidas que cargaban esfuerzos puntuales sobre las bóvedas de arista inmediatamente inferiores, liberar el espacio interior e introducir luz natural, dado que se encontraba practicamente en penumbra. El problema de no poder alterar la fábrica original de la torre para introducir luz natural se solucionó practicando un generoso hueco horizontal en un paño inapreciable cerrado con media asta de ladrillo enfoscado de mortero, situado bajo las almenas historicistas del siglo pasado.
La instalación de un ascensor en el interior de la caja de escaleras obligó al derribo completo de las escaleras preexistentes de inicios del siglo XX para acceso a los usos parroquiales complementarios: vivienda, salas de reuniones y oficinas.
Para el desarrollo de las escaleras se incorporó CLT como base estructural de sus losas y se combinó con una estructura metálica. Resultó extremadamente trabajosa la resolución del trazado de tramos y descansillos por la absoluta falta de orden, simetría o proporción en las alturas y desembarcos.
Las obras descubrieron una oculta conexión medieval de escaleras intramuros que hace practicable el acceso a la torre desde el Paseo de Sarasate, lo que es decir desde el centro de la ciudad. Este hecho nos obligó a replantear por completo del orden de escalones, losas, descansillos, estructura metálica y desembarcos de ascensor. Solo nuestros colegas pueden imaginar lo que este tipo de contratiempo significa en el trabajo de un estudio de arquitectura comprometido con un proyecto, una obra, con su contratación y desarrollo.
La obligación se convirtió inmediatamente en motivación y el resultado final espera reflejar la ilusión con la que se concluyeron estos trabajos. Al final del proceso encargamos a un amigo, Javier Laforet, y posteriormente le compramos una sencilla pieza de barro cocido que esculpe una figura en contemplación. Decidimos situarla mirando hacia una potente entrada de luz sur que incorporamos en el ultimo nivel bajo cubierta. Dejamos la pieza como donación a la parroquia en el año 2017.